Furor y desgarro


Ana Isabel Alvea.- En este poemario, gracias al recurso del monólogo dramático, Florencio Luque da voz a Marguerite Anzieu -tal como nos aclara en su Prefacio-, quien atacó en 1931 a la actriz Huguette Duflos porque pensaba que la actriz quería matar a su hijo Didier, motivo por el cual fue internada en un psiquiátrico durante diez años. Didier creció separado de su madre y terminó por convertirse en psicoanalista. Durante ese tiempo fue tratada por el psiquiatra Lacan, basando en ella su tesis doctoral.

Puede entenderse el libro sin necesidad de conocer el pensamiento de Lacan, pero tiene expresas referencias a él, por ejemplo, en su estructura. El poemario se divide en tres capítulos -Animal insomne, La soledad del Vigía y Umbral de nada- que vienen a corresponderse con los mecanismos psíquicos con los que se interpreta la realidad: el plano simbólico, el imaginario y el real.

El título se debe a que Lacan llamaba Aimée a Margarite, personaje de una de las dos novelas que ella escribió pero que nunca se publicaron. Se las entregó al psicoanalista y este jamás se las devolvió.

Cada capítulo se inicia con un poema titulado "Sesión variable", pues así llamaba Lacan a sus sesiones, que las cortaba cuando ocurría algo relevante. En todo el libro quien habla es Aimée, salvo en los indicados poemas de "Sesión variable", en los que será Lacan quien se manifieste. Igualmente, cada capítulo se cierra con "Aura sonora", poemas que hacen referencia a canciones que pudo haber escuchado Marguerite en su época.

Los poemas se suceden sin título, pues todos llevan el hilo conductor de la historia, que no es otra que el de la condición humana, pero en este caso más acentuado, llegando al extremo del delirio y la alucinación, a la pérdida de la realidad, quedando perturbado su discernimiento.

Con un lenguaje cuidado, lleno de lirismo y belleza, gracias a un inspirado trabajo de orfebrería, logra expresar y transmitir la intensidad del grito, el fulgor del deseo, la fuerza de los sueños, el sentimiento de luz y plenitud que se busca en los anhelos(a pesar de todos los fracasos); somos seres que nos agarramos ciegos al clavo ardiendo de lo imposible, que idealizamos y mitificamos porque en su creencia y esperanza nos llenamos de luz , una llama que nos salva del vacío, ese inmenso agujero con cara de muerte que nos aterra en vida.

En sus versos se instalan las paradojas y antítesis para campear libremente por la ambigüedad de nuestro destino: el cielo y el infierno. Aimée sufrió mucho, en ella hay pasión exaltada, pero también agonía, soledad, desesperación y dolor. Todo en el vacío y la nada de la vida al fondo, esperando con malicia.

Este libro ofrece también una perspectiva existencialista, trasluce la tendencia del ser humano de levantar castillos en la nada,  expresa rotundo un inmenso desgarro: "Espejismos, sí; espejismos. Todo está pleno de la alucinación de existir / porque la vida es un vivirse en el desvelamiento de lo que nunca llega a ser / y nos impulsa a otorgar sentido a lo que solo es caos".

Aimée prefiere lo ilusorio a lo real, como un mecanismo de defensa:

Si habéis amado…
tenedme piedad,
si habéis amado;

no despertadme
del sueño de todas las quimeras

Su mente es un laberinto, una pasión e ideas distorsionadas la aprisionan, dejándose arrastrar por ella, incluso lo prefiere antes que conformarse o permanecer dormida, tal como ella percibe la sociedad, que la mira a través de sus máscaras y disfraces:

Ahora el lejano azul del horizonte ladra en mi corazón, oye las risas
de los que me señalan para eludir la desnudez que les devuelve el espejo;
todo es tormenta atravesándome, mientras mis pies, descalzos,
saltan sobre las máscaras escondidas en los charcos;
la cobardía corona a mis perseguidores; su felicidad fue robada
al trágico signo de no reconocerse y todos se ajustan el disfraz que le fue adjudicado.
Yo habito mi abismo de ensoñación y acepto el estremecimiento de su voz;
aborrezco la mueca del payaso que vela su naturaleza de perro atado,
que ni siquiera aúlla a su desconsuelo, adormecido al lado de su estaca,
esa grotesca limosna del Paraíso.

¡Cuánta vida será necesaria para reparar la muerte!
¡Cuánta muerte acepta la vida!

Lo imposible es un huracán que nos vapulea, un abismo que nos traga, evidencia de ser herida abierta en todas las miradas. Y las palabras, o la escritura, son estrellas que alumbran su oscuridad, liberan el grito. La palabra exacta, como buscaba Juan Ramón Jiménez, para alzar las cenizas, la angustia, la agonía; la palabra exacta en busca de la eternidad.

En su tercer capítulo, "Umbral de nada", alude al plano de lo real, pero lo real es para Lacan lo que no se puede representar, allí el lenguaje no puede llegar y lo expresa con un lenguaje roto, cortante, balbuciente, muy semejante a la escritura de Chantall, con el que asciende a lo hondo.

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hondo
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Donde asir
se

Cautivador poemario. Retrata con belleza el furor y el desgarro. No os resultará indiferente su lectura. Su autor rescata la figura de Marguerite, nos la acerca y humaniza, convierte en poesía su vida y su sentir. Y al fondo, la existencia, los anhelos y frustraciones, la plenitud deseada en nuestra noche oscura. Quien no lleve dentro una parte de Ai(m)ée que tire la primera piedra.

Florencio Luque, Ai(m)ée. Karima Editora, Sevilla, 2019.

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