Cuestionario Rótula: José Manuel Benítez Ariza



José Manuel Benítez Ariza (Cádiz, 1963) es un escritor y poeta español. Autor de novelas, libros de relatos y traductor. Ha traducido obras de Rudyard Kipling, Joseph Conrad, Herman Melville y Henry James, entre otros autores. Benítez ha colaborado en diversos periódicos como Diario de Cádiz, El Independiente de Cádiz, etc. y hace crítica literaria para el suplemento El Cultural del diario El Mundo. Como poeta, ha publicado, entre otros, los libros Los extraños (Pre-Textos, Valencia, 1998), Cuatro nocturnos (Pre-Textos, Valencia, 2004), Casa en construcción (Renacimiento, Sevilla, 2007), Panorama y perfil (Libros Canto y Cuento, Jerez de la Frontera, 2014), Nosotros los de entonces. Poesía amatoria 1984-2015 (La Isla de Siltolá, Sevilla, 2015), Arabesco (Pre-Textos, Valencia, 2018).

1. ¿Para qué poetas en tiempos de penuria?

Hay poetas para todos los tiempos, igual que todos los tiempos son más o menos de penuria. Quizá la función del poeta sea encontrar la modulación propia de su tiempo para expresar esa penuria; que no tiene por qué ser exclusivamente económica: puede ser de otro tipo, existencial o metafísica; y no agota en absoluto el repertorio temático de la poesía, que no sólo es lamento, sino que también puede ser celebración.

2. Platón expulsó al poeta de su república ideal. ¿En qué ciudad se siente el poeta como en su casa? ¿Cuál es la tierra natal de la poesía?

Hizo bien Platón, en cuanto que no se refería, entiendo, al poeta en el sentido restringido que hoy damos a esa palabra, sino al entertainer, al guionista de absurdas series de televisión y de malas películas o al perpetrador de best-sellers; es decir, a embaucadores.  No es que yo piense que haya que echarlos de ninguna parte, pero sí que convendría deslindar con precisión algunos de los muchos significados que tienen palabras como “poesía” o “literatura”. No todo lo que aparece impreso lo es.

Pero respondiendo a su pregunta: no hay que presuponer que la relación de un poeta con tal o cual ciudad, con tal o cual tierra, sea más problemática que la del resto de los mortales. Casi todas las sociedades son hasta cierto punto hostiles a las individualidades fuertes; y sólo en la medida en que el poeta tenga una personalidad así, ciertas ciudades o países pueden serle tremendamente opresivos. Como a cualquiera.

3. En la clásica tensión entre metro estricto y verso libre, ¿hay posibilidad de armisticio? ¿Cuál es su apuesta?

No hay verso libre, porque todo verso, a los oídos de un lector experimentado, se ajusta a ritmos preestablecidos o juega a escamotearlos, que es también un modo de presuponerlos. Lo que sí es innegable es que el poema necesita de una fluidez, de un decurso musical, que se debe exclusivamente al buen oído que no puede faltar a quien lo escribe.

4. ¿Qué poetas le abrieron los ojos? ¿Con cuáles en mente desearía cerrarlos para siempre?

Mis primeros poetas fueron los de los libros de texto: Bécquer, Espronceda, Alberti, Gerardo Diego, el Romancero, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez. Creo que tuve suerte con esos libros de texto y con los profesores que me los explicaron. Ahora mismo no tengo poetas preferidos, aunque sí épocas o ciclos de la poesía universal en las que me gusta moverme y descubrir modulaciones: el Romanticismo inglés, sobre todo; también el Modernismo hispánico y los dos exponentes máximos de su madurez, que fueron Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez. Creo que algún poeta de estos ámbitos que he mencionado me acompañará siempre.

5. Hay quien afirma que los poetas piensan con la imaginación y la memoria, y otros que lo hacen con la mirada, con el cuerpo. ¿Y usted?

La imaginación y la memoria son cuerpo también. Como buen romántico, pienso lo que Blake: el alma (es decir, la memoria y la Imaginación) sólo es la parte del cuerpo que no perciben los cinco sentidos. Pero es cuerpo también.

6. El poeta ¿nace o le hacen (sus vivencias, sus lecturas, sus afanes)?

Lo hacen sus afanes, sus lecturas, sus vivencias, que quizá vengan predeterminadas por algo que está ya decidido al nacer. En cualquier caso, una vez que el poeta tiene conciencia de serlo, la poesía deja de ser un oficio para ser un modo de vivir la propia vida interior.

7. Dígame, por favor, el nombre de cuatro poetas vivos y otros cuatro fallecidos con los cuales se daría por satisfecho releyéndolos hasta el final de sus días.

Me gusta mucho el poeta imaginario o compuesto que podría firmar todos los poemas que contiene un librito llamado The Penguin Book of English Poetry, que abarca poemas escritos desde el siglo XIV a finales del XIX. En cuanto a poetas vivos… no sé decirle: sigo con extrema admiración a unos cuantos y soy consciente de que hay muchos de gran valía que quizá no conozco todo lo bien que debiera. También, en este caso, me quedaría con una amplia antología, que quizá debería hacer yo mismo. Pero permítame hacer una salvedad: una de las cosas que más placer me proporcionan, cuando hojeo libros de poesía, es descubrir, en uno de un poeta que quizá no me entusiasma, un poema que en ese momento me emociona. Por suerte, he tenido muchos deslumbramientos así.

8. ¿La poesía es sólo "palabra en el tiempo", como creía Machado? ¿No hay lugar en ella para la eternidad?

Esa acuñación de Machado es una obviedad: un poema no ocupa espacio, como una escultura o un cuadro, sino que se desenvuelve en el tiempo, como la música. De ahí que podamos y debamos a veces volver atrás en su lectura, retomar el principio cuando ya hemos alcanzado el final, releer una parte, etcétera. No soy amigo de especular con la naturaleza ontológica del poema. Machado apenas lo hizo, aunque puedan espigarse en sus escritos algunas afirmaciones al respecto. Mi parecer es que quienes se empeñan en ello suelen escribir al final muy mala poesía, porque la condicionan a la doctrina que previamente se han empeñado en establecer. Sin embargo, pese a lo dicho, tengo unas cuantas ideas muy firmes respecto a lo que debe ser un poema; pero nacen de la práctica, de mis lecturas, de mis tentativas, y no de especulaciones forzadas.

9. Si la poesía pudiera darnos "el nombre exacto de las cosas", ¿la soportaríamos?

Sí. La exactitud es siempre más confortable que la vaguedad, la imprecisión, la oscuridad. No es concebible un poeta que no aspire a la precisión.

10. Por último, ¿qué destino desearía para sus versos? Uno solo.

Lo he escrito alguna vez, medio en broma, medio en serio: "Terminar siendo un raro de tercera o cuarta fila, y fiar tu fama póstuma a que la Diputación reedite tus libros olvidados…".

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