En el lenguaje del amor


Ana Isabel Alvea.- En el principio era el logos, el verbo, dice el Evangelio según San Juan. Y la palabra estaba cerca de Dios, y Dios era la palabra. Por medio de ella todo fue creado. Y los escritores que lo siguen levantan este altar de palabras conscientes de la importancia del lenguaje para transmitir su legado.

Indica el editor en su nota introductoria que este libro fue fruto de una conversación en una cafetería sobre los males de la sociedad, su exceso de consumismo y déficit de espiritualidad, entre ellos, y el deseo de transmitir la luz que ellos sienten en el Evangelio.

Yo tengo que confesar que soy agnóstica y, no obstante, me ha gustado este libro colectivo, pues recoge un elenco de buenos poetas y fervorosa poesía, además de aforismos u oraciones.  Este altar lo levantan: Antonio Praena, Carmelo Guillén Acosta, Ander Mayora, José Julio Cabanillas, Enrique García-Máiquez, Enrique Baltanás, Gabriel Insausti, Jesús Cotta, José Antonio Fernández Sánchez, Víctor Jiménez, José María Jurado,  Lutgardo García, Daniel Cotta, Félix Trull, Dora Rivas y José Mateos. Todos los poemas, en su variedad formal procedente de diferentes voces, tienen como hilo conductor la figura de Cristo, en un lenguaje de la tribu labrado con amor.

Se inicia con los poemas Antonio Praena. Reconozco que me gusta este autor, desde que conocí su verso Dios es negra, de su poema Graffiti. Quienes lo han leído saben de su estilo sobrio, directo, lenguaje coloquial, la intensidad que logra en sus poemas de verso sentencioso, en el que brilla un discurso inteligente y reflexivo y una mirada crítica a nuestro comportamiento: En Introitus denuncia la prevalencia del egoísmo e individualismo, el imperio del vacío, tener sentido o no tenerlo,/… Morir de haber vivido o morir escasamente es la diferencia de quien vive en la fe y quien no, y el significado que adquiere Cristo: amor, sentido y perdón.  La soledad de Dios revive el abandono de Dios en sus últimos momentos y la soledad de cualquiera de nosotros: Porque te has hecho un hombre más, / y, en las cosas decisivas, están solos. Su poema Un ángulo no basta en tu costado, ensalza a quien muere y quien ama… Y yo he visto el amor en tu costado. Brota en Etimología la agonía de todo lo vivo, pero prevalece lo hermoso ante lo terrible para quien ama.  En Agnus Dei, Cristo es el Cordero de Dios víctima de la violencia y sufrimiento que le infieren los hombres, los lobos, hacia los que siente piedad. Rememora la conmoción que supuso en su infancia conocer a Dios: Mi infancia son tus ojos, / los ojos que miré desconociendo/ lo que duele crecer, / lo que el futuro dolería y qué difícil/ mirar con compasión cuanto agonece.  Finalmente, el poema Epílogo cuestiona el poder del lenguaje ante la barbarie y el desgarro, pero aconseja no mirar para otro lado si no queremos ser cómplices del daño, ni callar tampoco, trata la función del poeta: Quien ni siquiera se conmueve / de la impotencia suya y dice / lo que ve, lo que escucha, / para que, al menos, el olvido / no se trague el lamento, / jamás verá la luz ni se verá a sí mismo. Esta devoción y amor a Cristo se hallan igualmente en los restantes autores.

En Adónde vas a ir de Carmelo Guillén Acosta, un lamento por el olvido e ignorancia de Dios, en el que se interroga por el lugar de Cristo  o la fe en estos tiempos. Encontramos un juego de voces, se dirige a un tú, pero después pasa al yo, el hombre, heredero de sus enseñanzas de amor, quien debe ocupar su lugar y darse, incluso, al enemigo.

Subyace un acusado sentido de trascendencia. No se concibe la vida sin la existencia de Dios, guía en el camino y refugio en sus vidas, es lo que viene a decir Adónde vas a ir de Carmelo Guillén, los hermanos Jesús y Daniel Cotta o los hermosos sonetos de Víctor Jiménez. En la ausencia de Dios se pierde el sentido de la vida, se hallarían desnudos ante la Nada, rodeados de Incertidumbre,  en medio de la oscuridad,  vivirían en el miedo –como indica Enrique Baltanás en Pues todo río es siempre el mismo río-. Este poema, de estilo reflexivo y versos aforísticos, hace referencia al momento en el que Cristo anda sobre el mar (Mateo 14: 22-33); en él apela a los filósofos griegos y a la mitología y cita al náufrago metódico de Luis Rosales, para incidir en ¡Hombre de poca fe!, ¿por qué dudaste?

Se resalta la diferencia entre vivir dentro o fuera de la fe, el mundo resulta más lúgubre sin su existencia, así José Julio Cabanillas- a través de evocadoras imágenes y versos llenos de belleza y emoción- confronta la crueldad humana con la compasión y el piadoso gesto de Verónica; o recrea de un modo vívido el momento en el que Cristo tiene que enfrentarse a la muerte- esa hora desconocida –  en su poema Luna en el Getsemaní.

Jesús Cotta alaba la figura de Cristo con la enumeración de sus actos y virtudes, considera las razones que justifican su creencia en  “Cómo no”. Dulce y reflexivo el poema Aunque es de noche,  en el que me llama la atención la confianza en que Dios le otorga lo que necesita, aunque no lo que le pide.

Víctor Jiménez en hermosos y emotivos sonetos, bañados de cierto clasicismo, realza la figura de Cristo con el uso de los contrastes. En Oración a Cristo el hombre es pecador, oscuro, seco, huero, frente a la luz, la entrega, el amor y sentido que ofrece Cristo. Y en su poema Tú lo sabes, señor, igual la antítesis para expresar la alegría y belleza que nace del dolor en una talla de Cristo, de autor anónimo del siglo XVI,  que conoció en el Convento de Socorro.

José María Jurado desarrolla su poema Lux Mundi, la maestría del verso tallado en la estética y belleza de la imagen y metáfora, entre lo descriptivo de la navidad con sus luces de diciembre  y  el pensamiento, el discurso de nuestro camino en la noche del alma. El resplandor de las luces augura el nacimiento  de una estrella de carne en el  abismo.

Lutgardo García alude al título de una novela, convertida en un clásico del cine, Matar a un ruiseñor, refiriéndose al ejemplo de dignidad de Cristo ante el desprecio de los demás, No se lava una herida con más sangre.

Félix Trull incide en sus aforismos en cómo la fe puede hacernos mejores personas – En la fe pierdes la corteza, ya eres todo migas-, ilumina el camino de las prioridades y reubica los valores, te muestra la Verdad, el Camino, te enseña a valorar la vida. La fe es una gracia que se vierte como agua/ solo sobre quien antes se ha vaciado como cuenco.

Oraciones  de Dora Rivas parece situarse en la duda, en la interrogación, en la búsqueda y el anhelo de abrazar la fe, aceptando su voluntad.

Conmovedoras Las siete palabras de Cristo en la Cruz, de José Mateos, siete comentarios para ser recitados durante la interpretación de Las siete últimas palabras de Nuestro Salvador en la cruz, de Franz Joseph Haydn, una reflexión de lo que significan las últimas palabras de Cristo, a la vez que recrea sus últimos momentos; cada comentario hace referencia a una frase:

Primera palabra: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Alude a la idea de que el hombre si hace el mal es por ignorancia.

Segunda palabra: Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso, le dice a uno de los ladrones crucificado con él, prueba de la unión que surge en el dolor y la agonía y cómo cualquier pecador arrepentido puede entrar en el Reino de Dios.

Tercera palabra: Mujer ahí tienes a tu hijo. Y al amigo: ahí tienes a tu madre.  Debemos cuidarnos los unos a los otros. Y añade el autor: La fragilidad es el único hilo invisible que nos hermana a todos.

Cuarta palabra: ¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado? Recrea el sentir de quien se siente abandonado en todo su sufrimiento y por un instante se enfrenta a la experiencia de la Nada, la existencia nos parece entonces como un pellejo  hinchado de aire solamente, sin nada dentro.

Quinta palabra: Tengo sed.  Respecto al símbolo de la sed, nos dice literalmente: La sed, que es símbolo de la necesidad más esencial, más honda del ser humano, es lo que nos echa a andar por los caminos de la vida.

Sexta palabra: Todo está cumplido. Tal vez todos tengamos un destino que cumplir y la vida no sea más que obediencia.

Séptima palabra: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Después de recordar toda la belleza perdida, se entrega a un Misterio de amor, origen del mundo, contra el que no puede la Nada. Y su ejemplo seguirá creando belleza.

Este libro es un testimonio de amor y fe a Cristo, con hermosos y emotivos poemas, cuya lectura conmueve, aunque yo no abrace ese entender no entendiendo, pero no es este el lugar para exponer mis ideas o creencias, sino mi lectura.

 

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P O E T A S
 


L E C T U R A S
E N   V Í D E O

José Julio Cabanillas
Juan Lamillar
María Sanz
Víctor Jiménez


A R T Í C U L O S

La poesía a la luz
de la neurociencia


R O T U L A R I O

María Victoria Atencia
Andrés Neumann
José María Millares Sall
Antonio Gamoneda
José Luis Parra
Chantal Maillard
Clara Janés
Ida Vitale
Eloy Sánchez Rosillo
Julia Uceda
José Corredor-Mateos
Francisco Pino
Hugo Mugica


C U E S T I O N A R I O 
R Ó T U L A

José Mateos
Victoria León
Raquel Vázquez
José María Jurado
Antonio Rivero Taravillo
José Manuel Benítez Ariza


A L V E O L A R I O

Daniel García Florindo
María Álvarez Rosario
Gregorio Dávila
Juana Castro
Isabel Martín Salinas
Jorge Díaz Martínez
Iván Onia
Juan Cuevas
Isaben de Rueda


Editor
José Luis Trullo

Envío de originales para su consideración:
revistarotula@gmail.com


Obra original de Susana Benet